Un pueblo el cual amó Dios con todo su corazón, del cual su misma mano sacó de la esclavitud para habitar aquella Tierra Prometida.
Todos aplaudían de emoción, de alegría, por aquella liberación profetizada durante años sobre el pueblo.
Caminaron durante 3 días hacia la Tierra prometida, casi sin fuerzas, llevando sus pies a la ruta que Moisés, aquel hombre usado por Dios, les guiaba. A pleno sol seguían sin encontrar agua cercana a ellos... hasta que al fin vieron a lo lejos un poco de agua y corriendo fueron a tomar de ella.
¿Pero como puede ser? Dijo Moisés al llegar. ¡El agua estaba amarga y no se podía beber! Sin dudar ni un segundo, invocó al mismo Dios que los libró de la manos de los egipcios, al mismo Dios de Abraham que multiplicó su descendencia cuando ya era imposible.
El OBEDECIÓ la voz de Dios que le decía " Corta ese árbol y échalo al río para que éste cambie su sabor amargo a dulce" Y así fué. Moisés, sin excusas lo hizo, ACCIONÓ sin dudar.
¿Cuántas veces reaccionamos de manera equivocada en el día? ¿Y cuántas de ellas suelen hacerse con alegría sin obligar el compromiso ajeno?. Dios no está llamando a tener una mayor relación con El. Cuando se refiere a tirar el arbol en aguas amargas, es la misma palabra JESUS en nosotros. El es quien cambia la amargura en dulzura. Y como lo explica el pasaje, tuvo que morir, el arbol tuvo que cortarse por nuestros pecados. El arbol de la vida, el mismo Jesús.
Dios nos invita a renovarnos día a día, buscar mas de El. El nos espera y toca la puerta como todo un caballero.¿Lo dejaras entrar?